Planes para empresas y afines
Entendemos que las instituciones son desafiadas constantemente a revisar sus estrategias para identificar y potenciar sus recursos protectivos, para así convertirse en una vacuna psicoinmunosocial ante los problemas de consumo y sus consecuencias negativas a nivel individual, familiar y socio comunitario.
A lo largo de la vida, las personas nos vemos implicadas en entornos laborales por más de tres décadas, y alrededor de la tercera parte de nuestra jornada diaria está destinada a estos espacios. Por lo tanto la salud y calidad de vida laboral se vuelve un principio fundamental para la mejora de la salud integral del sujeto, de los diferentes escenarios microsociales en los que interacciona la persona -en especial la familia- y la comunidad en la que se encuentra inserta el mismo; como así también la empresa o institución laboral en sí que participa, y es condicionada a la vez, por el contexto en la que se encuentra inserta.
El consumo de alcohol o drogas por parte de los trabajadores afecta, además de su salud, el proceso socio-productivo, los resultados, el clima laboral y la identidad de la organización así como la calidad de vida, con consecuencias personales y sociales para el trabajador. Del mismo modo cuando un miembro de la familia del trabajador está afectado por el consumo de drogas repercute en todos sus integrantes.
Por lo tanto, las principales acciones preventivas en el entorno laboral apuntan a favorecer el desarrollo de habilidades y competencias personales, que no solo son protectoras para el consumo de drogas, sino que aumentan la efectividad y eficiencia de las personas en su trabajo y mejoran las relaciones con los otros.
Planes para escuelas
Si se tienen en cuenta la naturaleza dinámica del consumo y la evidencia que apunta a que el inicio temprano en el uso de tabaco y alcohol es uno de los mejores predictores de la aparición de patrones futuros de abuso de estas y otras sustancias, es razonable pensar que el retraso en la edad de inicio en el consumo de tabaco o alcohol o la reducción de su frecuencia, aunque desaparezcan con el tiempo, tengan un efecto importante en la prevención del consumo de otras drogas cuyo consumo se desarrolla evolutivamente más tarde. En el caso de niños y jóvenes, prevenir es, fundamentalmente, educar, contribuyendo a la construcción de personas más seguras, maduras y capaces de administrar los riesgos cotidianos.
- Allí es que las escuelas, con todos sus actores institucionales y como contexto cuasi natural en donde se insertan los sujetos desde la infancia, atravesados por 15 años instituciones educativas iniciales y de grado, cobran su protagonismo como entornos potentes para el desarrollo de todos aquellos factores de protección que alejarán a niños y jóvenes del consumo problemático y la adicción. Son los docentes informados y cercanos, los directivos eficaces en la toma de decisiones y los equipos destinados al desarrollo de los niños y adolescentes quienes pueden apuntalar el desarrollo saludable desde todas las dimensiones del sujeto.
Los programas preventivos implican, por un lado, poner el foco en retrasar o interrumpir el consumo de drogas o el surgimiento de nuevas adicciones, como también mejorar aquellas dimensiones que influyen en el comienzo, desarrollo y mantenimiento del consumo. Estos objetivos deben abordarse teniendo en cuenta tanto las variables personales del sujeto y las de su entorno social, así como la interacción entre éstas.